por Mónica Luque, directora de ACE – Advanced Continuing Education, una iniciativa del Consorcio Iberoamericano para la Educación en Ciencia y Tecnología – ISTEC
Capacitación, desempeño laboral y competitividad, son conceptos que representan una intersección positiva en el terreno de la productividad y, asimismo, en la evaluación del rendimiento del trabajador. Ello se debe a los estudios publicados por CEPAL, en los años 90, cuando se hizo conocer la necesidad de articular educación, conocimiento y desarrollo. A partir de entonces, estas ideas se generalizaron y difundieron tanto en el sector público y privado, en instituciones educativas como en organizaciones, empresas, gremios, etc., fundando así una firme convicción: la capacitación contribuye a la generación de competencias laborales efectivas y eficientes.
Sin embargo, aún se encuentra pendiente la consolidación de una estrategia que favorezca incluir activamente -tanto como conservar en actividad- al grupo etario comprendido entre los 32 y los 55 años de edad, quienes se ha tornado vulnerable pues las competencias que hasta el presente les sostenía y les mantenía en el circuito productivo se han visto impactadas por la velocidad del cambio científico y tecnológico y las grandes tendencias estructurales contemporáneas, marcadas por el ingreso en la sociedad del conocimiento.
En el marco de estas coordenadas las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTICs) plantean la posibilidad de impulsar una reforma sustantiva, dinámica y escalable, mediante la cual sea factible promover actualización y capacitación al conjunto de personas que requieren formación profesional y laboral.
En este sentido, se requiere atender las nuevas necesidades educativas de una población activa mucho más capacitada y con mayores demandas de actualización, a los efectos de permitir que los países sigan siendo económicamente competitivos.
Es por ello que se impone advertir que, tal como ha variado el concepto de educación, también se han producido mutaciones en las formas de empleo, las que hasta hace muy poco tiempo eran consideradas como estables, definitivas y seguras:
- La imagen tradicional de un trabajo para toda la vida en un negocio o un organismo concretos, con una pensión segura al final, corresponde a un porcentaje cada vez menor de la población.
- Los cargos directivos medios de tipo general, que requieren poca o ninguna experiencia profesional o técnica, están desapareciendo rápidamente.
- Los jóvenes que acaban sus estudios universitarios podrán ocupar puestos como trabajadores no cualificados o semicualificados. Muchos de ellos serán desempleados, y un porcentaje considerable tendrá que reciclarse cada pocos años.
- Para conservar el empleo se requerirá una formación cada vez de mayor nivel y serán necesarias la formación o actualización profesional, sólo para poder conservar el empleo.
- Debido a la gran movilidad existente en el mercado laboral, se prevé que una persona deberá reciclarse al menos cinco veces durante su vida laboral, lo cual le demandará aproximadamente tres meses de aprendizaje a tiempo completo.
A la luz de estos enunciados puede comprenderse que la educación y la actualización profesional constituyen una necesidad de la población activa, lo que nos lleva a enfatizar la idea de que dicha formación debe tener carácter continuo a lo largo de la vida de la persona, debido esencialmente a los requerimientos que implica mantenerse en situación de “inclusión social y productiva”.